El 13 de mayo de 1888, Brasil fue el último país del Hemisferio Occidental en abolir la esclavitud. Ciento veinte años después, se calcula que entre 25.000 y 40.000 trabajadores aún son víctimas de condiciones análogas a la esclavitud en este país sudamericano. En las regiones agrícolas del norte, el problema es particularmente grave debido a la pobreza y a las grandes distancias que hacen muy difícil detectar las violaciones. Sin embargo, con la orientación de la OIT y la ayuda de los empleadores, el gobierno de Brasilestá logrando cambiar gradualmente esta situación. OIT EnLínea informa desde Brasil.
MARANHAO (OIT EnLínea) – Natanael Pereira Laurentino, un trabajador rural de 29 años del estado de Maranhao, en el norte de Brasil, no tenía trabajo y vivía con su padre. Un día escuchó en la radio un anuncio que ofrecía trabajo en el estado vecino de Piaui.
Cansado de ser una carga económica para su padre, hizo la solicitud para el trabajo y lo contrataron. Pocos días después se subió a un autobús junto a otros trabajadores. Al final del viaje esperaban encontrar un trabajo decente.
“Los problemas comenzaron enseguida. Nos demoramos tres días en llegar a la finca, que estaba a cien kilómetros del pueblo más cercano. Teníamos muy poca comida y tuvimos que dormir en la carretera”, recuerda Natanael.
Apenas llegaron, los empleadores les pidieron las tarjetas de empleo (un documento que todos los trabajadores de Brasil tienen que presentar a su nuevo empleo) y escribieron “cancelada” en todas las tarjetas.
A Natanael le asignaron la tarea de despejar los campos con una motosierra sin ningún equipo de protección personal. Cuando preguntó por su salario, le contestaron “más tarde”.
La historia de Natanael no es la única. Se calcula que entre 25.000 y 40.000 trabajadores pobres continúan siendo víctimas de trabajo forzoso o esclavo en Brasil. Los estados agrícolas del norte como Piaui, Maranhao, Pará y Mato Grosso, son los más problemáticos.
Después de dos meses de trabajo duro y ningún salario, Natanael y otros dos trabajadores dejaron de trabajar. El hombre que los había contratado, el “gato”, un término utilizado en Brasil para designar a las personas que se mueven de manera misteriosa, los llevó al pueblo más cercano y les dijo que esperasen mientras él buscaba el dinero. No vieron al “gato” nunca más.
Natanael tuvo suerte. Otros trabajadores no pueden irse, y si lo logran, algunas veces caen en la trampa de otros “gatos”, puesto que no tienen un centavo en el bolsillo y están a cientos de kilómetros de sus hogares.
Pero Brasil enfrenta este problema con mucha seriedad, y otros países de América Latina como Bolivia, Perú y Paraguay siguen su ejemplo con la determinación de terminar con este flagelo.
El gobierno estableció un Grupo Especial de Inspección Móvil (Grupo Especial de Fiscalização Móvil), formado por inspectores del trabajo, policías federales e inspectores de la ley del trabajo. En los últimos 14 años, fueron rescatados de condiciones de trabajo forzoso cerca de 30.000 trabajadores.
Como reconocimiento a los esfuerzos de Brasil y como un modo de garantizar la aplicación de los Convenios Núm. 29 y Núm. 105 y la Declaración de la OIT relativa a los Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo, la OIT y el gobierno de Brasil iniciaron en 2002 el Proyecto de Cooperación Técnica denominado Combate al Trabajo Forzoso en Brasil.
El proyecto apoya los esfuerzos nacionales, que incluyen los equipos de inspección móviles del gobierno, así como la promoción de la concientización y las actividades de prevención. También enfrenta otro problema importante: qué hacer con los trabajadores una vez que son liberados.
Una de las iniciativas más exitosas en esta dirección es el Instituto Carvao Cidadao (ICC) (Instituto Carbón Ciudadano), creado por 14 compañías para supervisar a los productores de carbón en el norte de Brasil y para eliminar el trabajo forzoso en la industria del acero.
El ICC, con el apoyo de la OIT y el Organismo alemán de cooperación técnica (GTZ), lleva a cabo un programa de rehabilitación para los trabajadores rescatados. Primero les ofrecen formación y luego les ayudan a buscar empleo.
El año pasado, Natanael junto a otros 104 trabajadores rescatados se inscribieron en el ICC, donde les ofrecieron empleos como trabajadores del acero en los estados de Pará y Maranaho, aunque Natanael decidió, por razones personales, buscar suerte en otro estado.
La idea es eliminar el trabajo forzoso no sólo en los sectores donde ocurre, sino también a todo lo largo de la cadena de distribución.
Para enfrentar este desafío, las autoridades de Brasil lanzaron un Pacto nacional para combatir el trabajo forzoso, que también cuenta con la asistencia de la OIT, al cual han adherido casi 200 empresas privadas y públicas desde 2005.
El Pacto los compromete a eliminar de sus cadenas de distribución a todos los proveedores que están involucrados con trabajo forzoso. Desde que Petrobrás, Vale do Rio Doce, Pão de Açúcar, entre otras grandes empresas del país, se han unido a esta causa, un porcentaje importante del PIB del Brasil está dedicado a esta lucha.
Además, el Ministerio de Trabajo publica cada seis meses una “lista sucia” con los nombres de las empresas y empleadores que se descubre que utilizan trabajo forzoso. A partir de 2003, las víctimas rescatadas del trabajo forzoso reciben tres meses de beneficios de desempleo, y desde 2005 aquellos que tienen niños pueden beneficiarse del “Programa todos los niños a la escuela” (Bolsa Familia).
“El desafío actual es poner en práctica un sistema de supervisión del Pacto Nacional. Esto producirá mayor transparencia y una acción más articulada de los empleadores contra el trabajo forzoso”, dijo Andrea Bolzon, encargado del proyecto de Combate al Trabajo Forzoso en Brasil de la OIT.
La ley que abolió la esclavitud en Brasil hace 120 años, conocida como la “Ley Áurea”, tenía sólo dos artículos. El primero prohibía cualquier forma de esclavitud, el segundo establecía que todas las disposiciones contrarias a la ley eran ilegales.
La brevedad de la ley tenía un objetivo: todos los esclavos debían ser liberados sin condiciones. A pesar de los grandes esfuerzos del gobierno de Brasil, ciento veinte años más tarde, algunas personas aún no lo entienden.
Cansado de ser una carga económica para su padre, hizo la solicitud para el trabajo y lo contrataron. Pocos días después se subió a un autobús junto a otros trabajadores. Al final del viaje esperaban encontrar un trabajo decente.
“Los problemas comenzaron enseguida. Nos demoramos tres días en llegar a la finca, que estaba a cien kilómetros del pueblo más cercano. Teníamos muy poca comida y tuvimos que dormir en la carretera”, recuerda Natanael.
Apenas llegaron, los empleadores les pidieron las tarjetas de empleo (un documento que todos los trabajadores de Brasil tienen que presentar a su nuevo empleo) y escribieron “cancelada” en todas las tarjetas.
A Natanael le asignaron la tarea de despejar los campos con una motosierra sin ningún equipo de protección personal. Cuando preguntó por su salario, le contestaron “más tarde”.
La historia de Natanael no es la única. Se calcula que entre 25.000 y 40.000 trabajadores pobres continúan siendo víctimas de trabajo forzoso o esclavo en Brasil. Los estados agrícolas del norte como Piaui, Maranhao, Pará y Mato Grosso, son los más problemáticos.
Después de dos meses de trabajo duro y ningún salario, Natanael y otros dos trabajadores dejaron de trabajar. El hombre que los había contratado, el “gato”, un término utilizado en Brasil para designar a las personas que se mueven de manera misteriosa, los llevó al pueblo más cercano y les dijo que esperasen mientras él buscaba el dinero. No vieron al “gato” nunca más.
Natanael tuvo suerte. Otros trabajadores no pueden irse, y si lo logran, algunas veces caen en la trampa de otros “gatos”, puesto que no tienen un centavo en el bolsillo y están a cientos de kilómetros de sus hogares.
Pero Brasil enfrenta este problema con mucha seriedad, y otros países de América Latina como Bolivia, Perú y Paraguay siguen su ejemplo con la determinación de terminar con este flagelo.
El gobierno estableció un Grupo Especial de Inspección Móvil (Grupo Especial de Fiscalização Móvil), formado por inspectores del trabajo, policías federales e inspectores de la ley del trabajo. En los últimos 14 años, fueron rescatados de condiciones de trabajo forzoso cerca de 30.000 trabajadores.
Como reconocimiento a los esfuerzos de Brasil y como un modo de garantizar la aplicación de los Convenios Núm. 29 y Núm. 105 y la Declaración de la OIT relativa a los Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo, la OIT y el gobierno de Brasil iniciaron en 2002 el Proyecto de Cooperación Técnica denominado Combate al Trabajo Forzoso en Brasil.
El proyecto apoya los esfuerzos nacionales, que incluyen los equipos de inspección móviles del gobierno, así como la promoción de la concientización y las actividades de prevención. También enfrenta otro problema importante: qué hacer con los trabajadores una vez que son liberados.
Una de las iniciativas más exitosas en esta dirección es el Instituto Carvao Cidadao (ICC) (Instituto Carbón Ciudadano), creado por 14 compañías para supervisar a los productores de carbón en el norte de Brasil y para eliminar el trabajo forzoso en la industria del acero.
El ICC, con el apoyo de la OIT y el Organismo alemán de cooperación técnica (GTZ), lleva a cabo un programa de rehabilitación para los trabajadores rescatados. Primero les ofrecen formación y luego les ayudan a buscar empleo.
El año pasado, Natanael junto a otros 104 trabajadores rescatados se inscribieron en el ICC, donde les ofrecieron empleos como trabajadores del acero en los estados de Pará y Maranaho, aunque Natanael decidió, por razones personales, buscar suerte en otro estado.
La idea es eliminar el trabajo forzoso no sólo en los sectores donde ocurre, sino también a todo lo largo de la cadena de distribución.
Para enfrentar este desafío, las autoridades de Brasil lanzaron un Pacto nacional para combatir el trabajo forzoso, que también cuenta con la asistencia de la OIT, al cual han adherido casi 200 empresas privadas y públicas desde 2005.
El Pacto los compromete a eliminar de sus cadenas de distribución a todos los proveedores que están involucrados con trabajo forzoso. Desde que Petrobrás, Vale do Rio Doce, Pão de Açúcar, entre otras grandes empresas del país, se han unido a esta causa, un porcentaje importante del PIB del Brasil está dedicado a esta lucha.
Además, el Ministerio de Trabajo publica cada seis meses una “lista sucia” con los nombres de las empresas y empleadores que se descubre que utilizan trabajo forzoso. A partir de 2003, las víctimas rescatadas del trabajo forzoso reciben tres meses de beneficios de desempleo, y desde 2005 aquellos que tienen niños pueden beneficiarse del “Programa todos los niños a la escuela” (Bolsa Familia).
“El desafío actual es poner en práctica un sistema de supervisión del Pacto Nacional. Esto producirá mayor transparencia y una acción más articulada de los empleadores contra el trabajo forzoso”, dijo Andrea Bolzon, encargado del proyecto de Combate al Trabajo Forzoso en Brasil de la OIT.
La ley que abolió la esclavitud en Brasil hace 120 años, conocida como la “Ley Áurea”, tenía sólo dos artículos. El primero prohibía cualquier forma de esclavitud, el segundo establecía que todas las disposiciones contrarias a la ley eran ilegales.
La brevedad de la ley tenía un objetivo: todos los esclavos debían ser liberados sin condiciones. A pesar de los grandes esfuerzos del gobierno de Brasil, ciento veinte años más tarde, algunas personas aún no lo entienden.
El trabajo forzoso es un problema global, presente en la mayoría de los países del mundo. Toma formas distintas, que incluyen servidumbre por deudas, trata y otras formas de esclavitud modernas. Se calcula que en la actualidad hay al menos 12,3 millones de personas víctimas del trabajo forzoso. La mayoría son personas abatidas por la pobreza en África, Asia y América Latina, cuya vulnerabilidad es explotada por otros para percibir una ganancia. Sin embargo, más de 350.000 mujeres y hombres son víctimas de trabajo forzoso en los países industrializados, objeto de trata para la explotación sexual o laboral. Con voluntad política, el trabajo forzoso puede ser eliminado. La OIT promueve una Alianza Mundial para lograrlo, y junto con otras agencias realiza esfuerzos para eliminar el trabajo forzoso en el mundo para 2015. En el Foro de Viena para Combatir la Trata de Personas de las Naciones Unidas que se realizó hace poco, se hizo un importante avance en esta dirección. Organizaciones de empleadores y trabajadores estaban entre los 1.200 representantes de alto nivel provenientes de todo el mundo que alcanzaron un acuerdo sobre la necesidad de intensificar la acción internacional contra la trata y el trabajo forzoso.
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