quinta-feira, 22 de outubro de 2009

Capitalismo. Ya son 25 los suicidios en France Télécom


Entrevista con Paul Moreira, autor del libro "Trabajar hasta la muerte"
Agencia Radical para Kaos en la Red
20-10-2009
www.kaosenlared.net/noticia/capitalismo-ya-son-25-suicidios-france-telecom
Traducido por Rocío Anguiano

El vigésimo quinto suicidio en casi dos años. Un ingeniero de France Télécom se ahorcó el pasado jueves. El cuerpo del hombre de 48 años fue encontrado ahorcado en su casa, en Lannion (Côtes-d’Armor). El miércoles, en Marsella, salvaron por los pelos a otro empleado de la empresa de telefonía.
El hombre, un padre de familia, estaba de baja por enfermedad desde hace un mes. La baja se la dio el médico de la empresa. Un portavoz de la dirección de France Télécom anunció su muerte y añadió que Didier Lombard, el Presidente del grupo que acudió al lugar de los hechos, "estaba profundamente afectado por este gesto”. Otro empleado de France Télécom, también de Lannion, se suicidó la noche del 29 al 30 del pasado mes de agosto.
Este suicidio es el vigésimo quinto desde el mes de febrero de 2008. «Los sindicatos de France Télécom (CGT, CFDT, FO, CFTC, CFE-CGC/Unsa, Sud), señala Le Point, hicieron un llamamiento el jueves al personal para que el día 20 de octubre, fecha de la próxima reunión de la mesa de negociación sobre el estrés laboral “lleven a cabo todo tipo de actuaciones y, especialmente, asambleas generales” al considerar que los trabajadores están “todavía en peligro”».
El miércoles, los servicios de socorro pudieron impedir el gesto desesperado de un empleado de France Télécom. Es el gesto desesperado de un colega, ejecutivo en la misma empresa, un empleado de 54 años en baja laboral desde hace meses, que había decidido poner fin a sus días el martes, en su casa, en el distrito o nce de Marsella. Le salvaron a tiempo de una muerte por ahorcamiento.
Ese día, Xavier Darcos se felicitaba en Canal + de que se hubiera podido salvar a este hombre, al tiempo que subrayaba que estaba muy enfermo desde hace varios meses. Antes de llevar a cabo el acto fatal, el empleado, en un impulso, envió a su jefe un SMS informándole de sus intenciones. Este alertó inmediatamente a los servicios de socorro. «Creo que a final de este año estaremos en condiciones de evitar que lo que está sucediendo vuelva a pasar” declaró a su vez el Ministro de Trabajo Xavier Darcos que acaba de lanzar un Plan de emergencia para la prevención del estrés laboral, “las cosas se están estabilizando”». France Télécom va a distribuir, a partir del 19 de octubre, unos cuestionarios sobre las condiciones laborales de sus 120 000 trabajadores franceses.
En la actualidad, el suicida es la víctima de un sistema que ha sido denunciado por el periodista Paul Moreira en su libro Travailler à en mourir (Trabajar hasta la muerte) publicado por Flammarion.

Olivier Bailly: No existe ningún estudio de carácter nacional sobre el suicidio laboral en Francia. ¿Por qué?
Paul Moreira
: Existe una evaluación realizada en la cuenca de Baja Normandía. A partir de esos datos regionales, parciales, se hizo una proyección nacional que dio lugar a un informe del Consejo Económico y Social. Según esta proyección habría aproximadamente un suicidio diario en el trabajo por causas laborales. Cuando estrené el documental Travailler à en mourir, hace aproximadamente año y medio, el Ministro de Trabajo de entonces, Xavier Bertrand, había solicitado que se efectuara un estudio sobre el tema.
A decir verdad, no existe una evaluación real del impacto del sufrimiento laboral. Ni cuantitativa, ni cualitativa. En lugar de asumir el problema y hacerle frente, se opta cada vez más por negarlo. Cosa que no me sorprende… Enfrentarse a este tema supone enfrentarse a algo de mucho más alcance, a saber, el funcionamiento del mundo empresarial en un momento de la historia del capitalismo en que parece que este se ha vuelto loco.


OB: Su libro se centra en Renault. ¿Por qué esa elección?
PM:
Internet desempeña un papel esencial (y circunstancial...) en la elección de Renault. Cuando se difundió el documental Travailler à en mourir en France 2, la repercusión fue enorme. El nivel de audiencia demostraba, sobre todo, que la película había puesto el dedo en la llaga. A raíz de esto, puse una entrada en mi blog en la que decía que había estado a punto de titular la película Travailler plus pour mourir plus (Trabajar más para morir más).
Me llegaron muchos comentarios de los internautas. Uno de ellos era de Sylvie, la viuda de Antonio, uno de los empleados que se había suicidado en Renault. Ella me decía que efectivamente debería haberla llamado así porque esa es la realidad que se está imponiendo en algunas empresas. Entablamos un dialogo. Después nos vimos y me di cuenta de que ella había reflexionado mucho sobre el tema. Decidí escribir un libro que prolongara la película pero que incluyera también la historia de los muertos de Renault. Hubert Prolongeau, que es mi amigo, tenía un proyecto similar con Flammarion. Unimos nuestras fuerzas. Lo que me interesaba era entender con la mayor objetividad posible lo que había pasado. No se trataba de denunciar simplemente a los jefes directos que son también víctimas.
Por ejemplo, la jefa de Antonio. Sin duda, algo tiene que ver con su muerte. Pero curiosamente, indagando, descubrimos que es la única que fue a decir la verdad a los investigadores, a la policía. Ella insistirá en verlos mientras toda la empresa se escondía debajo de la mesa. Y dice que no le extraña que Antonio se suicidara, que la presión era enorme. Todo lo contrario de la versión oficial de Renault. Esta mujer va a cargar toda su vida con la culpabilidad de la muerte de un hombre. Y de una forma u otra, porque se tiende a simplificar siempre, se la considerará el chivo expiatorio de la historia. Lo que es injusto. Porque realmente son un sistema y una mecánica quienes han llevado a un hombre a la muerte. Es lo que intentamos mostrar en el libro, con sutileza, con un máximo de detalles y entrevistándonos con toda la gente posible. Lo que no ha sido realmente fácil. El mundo de la empresa, es hoy el mundo del silencio. Es más fácil encontrar mafiosos o yihadistas dispuestos a hablar que empleados de las grandes compañías francesas.

OB: ¿La mediatización de estos suicidios por causas laborales es suficiente para cambiar las cosas?
PM:
La movilización de la sociedad civil es lo que dará lugar a las leyes. Los políticos van por detrás de la realidad. Intentan controlar el espectáculo y cuando realmente les desborda, actúan. Hace poco estuve en el programa de Franz-Olivier Giesbert (Vous aurez le dernier mot en France 2) al que también habían invitado a Xavier Darcos, el Ministro de Trabajo. Le pregunté si realmente había un problema en las empresas francesas y me respondió: «Usted tiene una imagen de la empresa similar a la de la película La Tapadera pero hay muchas empresas donde todo va muy bien». ¡Lo sé! Ese no es el problema, sino qué se debe hacer en aquellas en las que las cosas van mal. Y son muchas.
Hoy lo único que hace reaccionar a la empresa no es la moral, porque no tiene, solo tiene una vocación económica: producir beneficios para sí misma y para sus accionistas. Su talón de Aquiles es su imagen. Eso es lo que le sirve de moral. Hoy lo que ha hecho que los responsables de Renault o de France Télécom se muevan no es la muerte de sus empleados, sino el impacto sobre la imagen de la empresa, el hecho de que haya clientes que se desabonen de Orange, que haya gente que elija una marca que no sea Renault en el momento de cambiar de coche. Una de las formas más eficaces de luchar contra el clima infernal que ha impuesto un cierto tipo de gestión en las empresas es la reacción de la sociedad civil. Que nosotros, los periodistas, le prestemos más atención, que los sindicatos estén más atentos, que se hable más sobre ello. No hay nada como la palabra y la transparencia para mejorar las cosas. Las empresas, como por lo demás todo el mundo, cuando se sienten escrutadas tienden a modificar su comportamiento. Los políticos irán por detrás. Harán lo que la sociedad civil les imponga.

OB: Industria automovilística (Renault y Peugeot), energía (central EDF de Chinon), telefonía (Orange y SFR), bancos. ¿Por qué estos sectores se ven más afectados que otros?
PM:
El tema está muy relacionado con los objetivos y la individualización. En Renault ha sido el contrato 2009, impuesto por Carlos Ghosn, que aumenta espectacularmente la producción y sus ritmos. Ghosn presenta las cosas con una especie de amenaza velada: «o lo conseguimos o vamos hacia un plan social masivo»; «No son objetivos sino compromisos» - en inglés la palabra es commitment un término muy fuerte para indicar un compromiso profundo que se firma con la sangre.
En France Télécom, evidentemente, se trata de la entrada en el mundo de la competencia, lo que ha provocado una reorganización. No puedo hablar con autoridad porque no he investigado en esta empresa, pero lo que descubro cuando leo los periódicos es alucinante. El colmo: la política de trasladar a los ejecutivos cada tres años para que tengan una movilidad permanente. Muchas veces, cuando los directivos se toman por demiurgos, hay hombres que mueren.
En los bancos sucede lo mismo. Utilizan un discurso que no es solo económico sino que está ideologizado: la ambición, la promoción, los objetivos... Y, curiosamente, todo esto recae sobre los mejores. En el fondo, los que mejor lo llevan son lo que encuentran vías de fuga para evitar que los triture la máquina. A menudo, los que mueren son los que se implican de verdad en el trabajo, para quienes este representa una parte importante de su identidad, quienes tienen miedo de no estar a la altura... Los muertos de los que hablamos son frecuentemente directivos, es decir aquellos que están más aislados, que están metidos en historias de entrevistas individuales con objetivos anuales, para quienes el colectivo está completamente dividido. Hay más sufrimiento entre esta gente que entre los obreros en donde, a pesar de todo, pervive algo del espíritu colectivo de los talleres.

OB: ¿Cree que estos suicidios son generacionales, que afectan más a los mayores que a los jóvenes?
PM:
No. Por ejemplo, Antonio, en Renault, no llegaba a los cuarenta años cuando se suicidó. A priori la presión sobre la gente de cincuenta años es mayor porque hay además toda una ideología que manda señales del tipo “eres viejo, ya no sirves para nada".

OB: Los suicidios están menos relacionados con el trabajo en sí o con las condiciones laborales que con la forma de gestión de la empresa. ¿Qué diferencia cree que existe entre esta forma de gestión y el acoso moral?
PM:
La gran diferencia es que el acoso moral es una especie de arreglo de cuentas entre un empleado y su responsable jerárquico que hará todo para destruirle, porque le tiene manía. En los suicidios de los que hablamos, lo importante no es eso, sino la estructura, la reorganización, la fusión, el hecho de que los empleados pierdan el contacto con su superior. Es el caso de Raymond, que trabajaba en Renault. Raymond pierde el contacto con un superior que podía ayudarle, respaldarle, tras una reorganización en la que dividen los equipos en dos.
El objetivo es producir catorce modelos más (30%) sin contratar personal y reduciendo los costes. Se llega a una situación en donde la gente trabaja entre un 30 y un 40 % más. A raíz de esta reorganización, Raymond pierde a su superior jerárquico y se encuentra con un responsable directo que no conoce el sector y, además, lo admite.
Por encima llega, y esto es consecuencia directa de la reorganización, un equipo de directivos matriciales, tipos a los que llaman los jemeres rojos de Renault porque tienen acceso directo a Carlos Ghosn, y que los ingenieros y técnicos ven como policías. Estos señalan los errores, los problemas, las preocupaciones, envían correos electrónicos con 47 copias y presionan para que los plazos se cumplan. No son jefes “normales”. No se puede contar con ellos ni buscar una solución con ellos. Su misión consiste en localizar los problemas y, eventualmente, conseguir que se solucionen. No es tampoco una labor de destrucción, pero el impacto que esto puede tener en gente vulnerable que empieza a desestabilizarse, puede ser terrible.

OB: ¿Qué piensa de la actitud de la CPAM (1) que no establece ninguna relación entre el suicidio y las condiciones laborales en Renault?
PM:
Esto es válido en el caso de Raymond que se suicidó en su casa, incluso cuando en su nota de suicido denuncia claramente sus condiciones laborales y a sus directivos. Como ocurrió en su casa, asunto cerrado. Pero hay casos peores. Antonio que se suicidó en el Technocentre (2). Durante la investigación, descubrimos que al principio la CPAM no quiso reconocer el accidente laboral. Y lo hizo sin notificárselo ni a su esposa ni al empleado. Sylvie se reveló y cambió el rumbo de las cosas.
La actitud de la CPAM me dejó pasmado. ¿Incompetencia? ¿Miedo de meterse en el terreno de empresas tan grandes como Renault? No tenemos la respuesta porque, como de costumbre, se negaron a hablar con nosotros.

OB: Además de los métodos de gestión que generan estrés entre los empleados, ustedes hablan también de explotación de la mano de obra en precario.
PM:
Sí, Patrick Darcy que trabajaba en Arcelor sin estar declarado. Rudy Norbert que trabajó 21 horas seguidas. Gérard Libier murió directamente en la empresa. Jean-Luc Pruvost, otro trabajador temporal, acumulaba los peores horarios, por ejemplo de 21 h a 5 h de la mañana, el tipo de horario que necesita al menos tres días de recuperación, es decir, el tiempo para que el organismo se reponga. Sin embargo, le llamaban durante ese periodo para que trabajara de nuevo, lo que es totalmente ilegal. Sufrió un accidente vascular. Un paro cardiaco. Es difícil demostrar que este ataque se debiera únicamente al hecho de que se ignoraran los horarios de recuperación. En cambio, sí se sabe que hubo una infracción a la legislación laboral. Y si existe la legislación laboral también es para proteger la salud de los trabajadores.

OB: Da la impresión de que la inspección de trabajo esta totalmente desarmada.
PM:
Uno de los grandes problemas en Francia es que, a parte de Gérard Filoche que es conocido como el lobo blanco y que ejerce su libertad de expresión arriesgando su carrera, los inspectores están sujetos al secreto profesional. Con los más valientes es posible tener una conversación off the record donde revelan algunas cosas, pero no es posible acceder a sus informes.
Una de las medidas positiva para los asalariados sería devolver la libertad de expresión a los inspectores de trabajo, que pudieren convertirse en fuentes de información, como en los países normales y democráticos. Los inspectores de trabajo son la autoridad pública, somos nosotros, son el ojo independiente de la sociedad civil dentro de las empresas. No hay razón para que deban guardar el secreto profesional. Debería ser posible leer y comentar sus informes. Esta podría ser la forma de conseguir que las empresas actúen un poco mejor.


Nota de la Traductora:
(1) CPAM: Caisse Primaire d’Assurance Maladie (organismo que se encarga de gestionar la asistencia sanitaria, con funciones similares a las de la Seguridad Social).
(2) Technocentre: centro de investigación de Renault en donde se diseñan los futuros vehículos de la marca y en el que trabajan aproximadamente doce mil personas. Desde finales del año 2006 han sido varios los empleados de este centro que se han quitado la vida.

Correspondencia de Prensa
boletin solidario de información - edición internacional
germain5@chasque.net

Nenhum comentário: